El autobús paró a pie de carretera. Un hombre con un abrigo de tres cuartos y un sombrero de ala ancha me estaba esperando. Era alto, más o menos como mi padre, fuerte, de mirada franca y despreocupada. Mi primera impresión fue que aquel hombre, insensible al viento que azotaba con dureza, no pertenecía a aquel sitio. Con los días mi impresión se confirmó. Cuando bajé del autobús, abandonó su posición, manos cruzadas en la espalda y avanzó hacia mí.
— Lucía. Hola. — Me extendió la mano, protegida por un guante de cuero que se quitó y me ofreció al comprobar que yo no llevaba guantes. — Soy tu tío. — Cogió mi maleta.
— Perdone, pero ¿de verdad es mi tío? Quiero decir, que no es un viejo verde de esos que se escuchan por ahí…
Se metió la mano en el bolsillo y sacó una fotografía que me alargó. En ella estaba él con mi madre, bastante más joven.
— Soy hermano de tu madre. Me apellidaba igual que tú pero cambié mi apellido. En casa te enseñaré las fotografías que me ha ido mandando tu madre. Hemos mantenido correspondencia, a pesar de que no nos hemos vuelto a ver desde el día en que se hizo esta fotografía.
Fragmento de “Donde Habitan los Monstruos”