¡Sí!
¡Adiós!
tan sólo eso,
y adiós te doy.
No es un adiós
que signifique que
no volvamos hablarnos,
o no volvamos a mirarnos.
Mi adiós no es esa lejanía
de tiempo, o de distancia;
ni la de llenar un vacío
que deja una ausencia
con otra presencia.
Mi adiós,
el adiós que te doy,
es mucho más profundo,
desgarrador y radical;
es una interna lid
con uno mismo
para desarraigar
un sentimiento;
es descarnarse
para llegar
al hueso,
apuñalar
al recuerdo,
y extraer
de la sangre,
lo dulce que
con el tiempo
se ha hecho
un veneno.
Mi adiós,
el adiós que te doy,
es mucho más profundo:
es mi despedida a lo que
dolorosamente eres
dentro de mí.
Rourke Boada
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