Novelas que no terminaron de escribirse


Publicado por Alejandro Gamero en Literatura

sodomaSolo hay algo peor que una mala novela: una buena novela sin terminar, que es algo así como la espera de una promesa que no llega a cumplirse. Por suerte siempre habrá más de las primeras que de las segundas, aunque estas últimas son más habituales de lo que pudiera pensarse. De hecho, si echamos mano a la historia de la literatura comprobaremos que casi no hay un buen escritor que no tenga su propia novela inacabada. Esta especie de ritual es incluso anterior a la invención de la novela, como ocurre con los incompletos Cuentos de Canterbury, que Chaucer no pudo terminar porque la obra que había planeado era muy ambiciosa y el autor murió antes de poder completarla.

Ese exceso de ambición ha provocado que muchos proyectos se han visto interrumpidos. El caso más extremo es La Comedia Humana: Balzac llegó a completar 91 volúmenes y se dejó 46 en el tintero. A Flaubert, en cambio, se le atravesó una única novela: Bouvard y Pécuchet. Trabajó obsesivamente en ella desde 1863 hasta 1880, año de su muerte, y llegó a leerse más de 1.500 libros para prepararla. Ezra Pound comparó esta novela con el Ulises de Joyce.

El marqués de Sade no tuvo precisamente la tranquilidad que requiere una obra ambiciosa para acabar su novela Las ciento veinte jornadas de Sodoma o la escuela de libertinaje. A principios de 1784 fue trasladado a la Bastilla, donde trabajó en la obra durante poco más de un mes. Cuando la Bastilla fue asaltada en 1789 Sade temió que su novela se hubiera perdido para siempre, pero el manuscrito se mantuvo intacto. No fue publicado hasta 1904, con no pocos problemas. De las cuatro partes del libro solo la primera está escrita con detalle, mientras que las tres siguientes partes están escritas en forma de apuntes.

Muchas han sido las novelas que han quedado incompletas debido a la muerte repentina de sus autores. Jane Austen comenzó Sanditon a principios de 1817, pero tuvo que abandonarla por su mal estado de salud. Para recibir tratamiento médico fue trasladada a Winchester, donde falleció el 18 de julio de 1817. No era esta la primera novela que Austen dejaba incompleta: también lo había hecho con Los Watson, aunque en este caso fue a causa de la muerte de su padre. En 1891 la muerte interrumpió a Melville la redacción de la novela corta Billy Budd, que había empezado en 1888. En 1919 Raymond Weaver, primer biógrafo de Melville, descubrió y rescató Billy Budd de entre los papeles del escritor. El manuscrito, publicado por primera vez en 1924, apareció con numerosos errores basados en interpretaciones poco fiables de notas que Melville había dejado. También es la muerte la causa de que Stevenson no concluyera Weir de Hermiston, una novela que para muchos podría haberse llegado a convertir en una obra maestra y en un clásico de la literatura anglosajona.

En el caso de Scott Fitzgerald no es demasiado sorprendente que la muerte le llegara de forma prematura. Completamente alcoholizado, después de sufrir dos ataques cardíacos, murió a finales de 1940, mientras trabajaba en El amor del último magnate. Las notas para la novela fueron recogidas y editadas por el crítico literario y amigo de Fitzgerald Edmund Wilson, inicialmente con el título de El último magnate. Por su parte, John Steinbeck falleció mientras trabajaba en Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros. El escritor estadounidense pensó que esta novela podía llegar a convertirse en su mayor logro literario.

Hay novelas que se quedaron incompletas porque empezaron a ser escritas durante la inconstante época de la juventud y más tarde fueron abandonadas. En 1904, después de que Joyce enviara una antigua versión del Retrato del artista a la revista Dana y fuera rechazada convirtió la historia en una novela que titularía Stephen el héroe. Esta obra, que alcanzaría las mil páginas de borrador y recoge los primeros años y los de universidad de Stephen Dedalus, fue escrita al mismo tiempo que los relatos de Dublineses. Joyce abandonó el manuscrito porque terminó considerándolo poco menos que basura. A pesar de todo fue el germen de Retrato del artista adolescente, empezada en 1907.

Algunas interrupciones tienen que ver con el tipo de publicación, por entregas, característica de las novelas de folletines. Edgar Allan Poe simplemente se negó a terminar El diario de Julius Rodman, aparecida en la revista Burton’s Gentleman’s Magazine por entregas porque fue despedido de su trabajo por William Burton. Solo aparecieron las seis primeras, de enero a junio de 1840. También se vio interrumpida El Misterio de Edwin Drood, la última obra de Dickens. Se dice que la novela, una enrevesada historia de misterio llena de giros argumentales, era tan complicada que ni siquiera Dickens sabía cómo iba a terminar en el momento de su muerte. Posteriormente se han realizado numerosos intentos por terminar la novela de Dickens con mayor o menor fortuna. Entre ellas se puede destacar una parodia del humorista Robert Henry Newell publicada en 1870 y la versión de ultratumba del médium Thomas James, que según defendía su autor era la transcripción de un final dictado por el espíritu del verdadero Dickens. Esta última versión fue alabada por Arthur Conan Doyle.

Determinados escritores no terminan su obra porque la reescriben continuamente. Durante un periodo de 20 años Mark Twain llegó a escribir tres versiones distintas de El forastero misterioso, todas ellas incompletas. Debido a las confusiones entre los diferentes manuscritos se acabó publicando como una mezcla de versiones y hasta hace poco no se pudo disponer de las versiones originales tal como las escribió el autor. Tolkien reescribió El Silmarillion prácticamente a lo largo de toda su vida. Fue su hijo, Christopher Tolkien, quien se encargó de recopilar y publicar todo el material en forma de libro. El proceso de gestación de Plegarias atendidas también es bien conocido porque Capote lo dejó por escrito en Música para camaleones. Durante cuatro años, aproximadamente desde 1968 hasta 1972, Capote pasaba la mayor parte del tiempo leyendo, seleccionando, organizando y reescribiendo materiales para su obra. Cuando Capote empezó con la novela lo hizo por el último capítulo y después fue escribiendo distintos capítulos del libro sin tener en cuenta su orden lineal. En 1977 supuestamente abandonó la novela después de sufrir un ataque de nervios, aunque poco antes de su muerte en 1984 afirmaba tenerla lista y estar preparado para recibir a la muerte.

En lo que respecta a Kafka, parece que no estuvo especialmente interesado en concluir sus trabajos. Algunas de sus obras más conocidas carecen de final: América ‒titulada originalmente El desaparecida y rebautizada por Max Brod‒, El proceso o El Castillo. Como es sabido, además, Kafka perteneció a ese grupo de escritores que quisieron destruir su propia obra. También lo pidió Nabokov con la novela incompleta El original de Laura, que según el autor ruso no tenía la suficiente calidad. Tampoco en este caso fue atendida la última voluntad del escritor y finalmente fue publicado, tras 30 años de debate, en noviembre de 2009.

Aunque, llegado el caso, hay que decir que en algunas ocasiones que un escritor no haya podido terminar su novela no representa un problema serio. Jack London empezó Asesinatos S.L. en 1910. Después de tener escritas 20.000 palabras descubrió que no sabía cómo terminar la historia de una manera lógica. La novela quedó inconclusa con su muerte en 1916. Años después, en 1963, el escritor Robert L. Fish completó la novela basándose en el manuscrito original, las notas de London y un esquema que había realizado la esposa de London, lo que demuestra que con un poco de imaginación y mucho descaro es posible convertir una buena novela inacabada en, por lo menos, una buena novela con un final mediocre.

Texto obtenido de

Novelas que no terminaron de escribirse

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