El vaso de ginebra la vio de frente, sabía
Que dos eran suficientes para acabar
Con la rabia, la nostalgia o la impotencia,
Se fue con ella hasta la laguna profunda
Del enredo, de la vergüenza, del sinsentido,
Pronto bajó hasta los límites de un cuerpo
Dócil a los vapores del alcohol, el humo,
Los trenes que parten sin destino,
Hizo lo que era su deber, hundir el barco,
Llevarla hasta el fondo de los edificios,
Para perderla luego en un cementerio de luces,
En un vértigo sin nombre ni apellido.