El Universal / – Queridísimo Max, mi último ruego: todo lo que se encuentre de mis escritos cuando yo muera (ya sean diarios, manuscritos, cartas ajenas y propias, dibujos) debe quemarse sin excepción y sin ser leído, así como también todo lo escrito y dibujo que poseas tú o posean otros, a quienes tendrás que pedírselo en mi nombre. Las cartas que no te quieran entregar tendrían al menos que comprometerse a quemarlas ellos mismos. Tuyo, Franz Kafka.
La misiva del escritor checo (1983-1924) fue una especie de testamento que el autor dejó a su ya célebre amigo Max Brod. El editor incumplió la petición y llevó al narrador a una fama póstuma que aún se mantiene a 90 años de su fallecimiento (Kafka murió el 3 de junio víctima de una tuberculosis). El escritor era un desconocido que publicó en vida varias obras cortas: Contemplación , La condena , El fogonero , La metamórfosis , En la colonia penitenciaria y Un médico rural .
La vida de Franz Kafka ya se convirtió en un mito propio. La anécdota de la quema de su obra, la traumática relación con su padre, su trabajo de vendedor de seguros que lo esclavizaba, su soledad, su incompetencia con las mujeres. Claro que tampoco fue un ser asocial que se alejó del mundo. «Hizo viajes comerciales en los que su objetivo era convencer a los empresarios de la conveniencia de que los empleados estuviesen asegurados y lo hacía desde una firme convicción. Tuvo que hablar con abogados, mostrar sus competencias, convencer a los clientes. No fue un hombre tímido, atormentado o metido en sí mismo», dijo el biógrafo alemán Reiner Stach, que escribió tres volúmenes de la vida del autor europeo.
Hijo de una familia de comerciantes judíos, Franz kafka se doctoró en Derecho en la Universidad de Charles-Ferdinand. Escribió en paralelo a su trabajo, al que renunció en 1922 producto de su enfermedad. Publicó historias cortas en revistas, dejó novelas breves, relatos, cartas y diarios con un estilo cercano a lo fantástico (o a lo existencialista o psicológico). Sólo quería y podía ser literatura. También fue autor de frases que todavía hoy la gente repite, incluso sin haberlo leído: «Toda revolución se evapora y deja atrás sólo el limo de una nueva burocracia» o «un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros», por ejemplo.
Franz Kafka es un clásico de la literatura que ha influenciado a múltiples narradores. Ya Gabriel García Márquez dijo que fue el autor europeo uno de los que lo motivó a escribir. «Fue Kafka que, en alemán, contaba las cosas de la misma manera que mi abuela. Cuando yo leí a los 17 años La metamorfosis , descubrí que iba a ser escritor. Al ver que Gregorio Samsa podía despertarse convertido en un gigantesco escarabajo, me dije: ‘No sabía que esto era posible hacerlo, pero si es así, escribir me interesa'», contó el premio Nobel colombiano, uno de los creadores del llamado realismo mágico.
Jorge Luis Borges también fue otro de los que reconoció la influencia de Kafka en su obra. El argentino quiso imitarlo. «Yo he escrito algunos cuentos en los cuales traté ambiciosa e inútilmente de ser Kafka (…). Me di cuenta de que no había cumplido mi propósito y debía buscar otro camino. Kafka fue tranquilo y hasta un poco secreto y yo elegí ser escandaloso», dijo una vez el mismo Borges. Franz Kafka se convirtió en un autor obligado, en parte, por la desobediencia de Brod.
dfermin@eluniversal.com