Gutiérrez Solana, el pintor de los marginados | es.noticias.yahoo.com


‘El comedor de los pobres’ | Crédito: Fundación Botín – Galería Leandro Navarro.

Aunque había nacido en el seno de una familia acomodada gracias a una herencia recibida por su padre, el pintor, dibujante y escritor José Gutiérrez Solana se sentía realmente a gusto mezclado entre el paisanaje de las clases sociales más desfavorecidas de la España de comienzos del siglo XX.

Tanto es así, que fueron ellas, las víctimas de la marginación, la pobreza y el olvido de las instituciones quienes acabaron convertidas en protagonistas principales de buena parte de su producción artística, ya fuera en forma de dibujos, pinturas o textos que surgían de su mente y sus hábiles manos.

Nacido en Madrid en 1886, su vida –y posiblemente su futura obra–, quedó marcada por los dramáticos hechos que le tocó vivir siendo todavía un niño: primero las muertes de su hermana pequeña y de un primo, poco después la de su padre –con quien estaba muy unido–, y algo más tarde la demencia de su madre, quien acabaría sus días recluida en una habitación al fondo de la casa familiar.

A pesar de estas duras circunstancias, José Gutiérrez Solano consiguió salir adelante con ayuda de su hermano Manuel, y con dieciséis años ingresó en la Escuela Especial de Pintura, Dibujo y Grabado (hoy Facultad de Bellas Artes), donde estudiaría durante cuatro cursos. Aquellas clases no le fascinaban –a excepción de la asignatura de dibujo–, y era más fácil encontrarlo disfrutando absorto de la obra de los grandes maestros en el Museo del Prado.

Siendo todavía poco más que un adolescente, Gutiérrez Solano comenzó a frecuentar algunas de las tertulias más animadas de la capital, como las de los cafés Universal y Levante, entrando así en contacto con intelectuales, artistas y literatos de la talla de Romero de Torres, Valle Inclán o Pío Baroja.

‘Cupletistas de pueblo’ | Crédito: Fundación Botín / Colección Navarro-Valero

Al mismo tiempo comenzó a recibir los primeros reconocimientos a su obra, como la mención de honor obtenida en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid en 1906. Tres años más tarde, en 1909, se produjo otro de los hechos que marcarían su carrera artística: la familia se trasladó a Santander, y el joven pintor siguió el mismo camino, residiendo en Cantabria hasta 1917.

A pesar de su alejamiento de la capital, esto no supuso un freno a su carrera artística, más bien al contrario. En Cantabria estuvo en contacto directo con imponentes paisajes, temas y personajes de toda condición que le inspiraron de forma notable. Estos años, además, fueron también años de viajes por buena parte de España, especialmente por Castilla, La Mancha y Aragón, durante los cuales tuvo oportunidad de mezclarse en los estratos más humildes de la sociedad.

Así, con su estilo a medio camino entre el naturalismo y el realismo –y con algunos atisbos de expresionismo–, Gutiérrez Solana dio rienda suelta a su representación de la España más degradada, sórdida y grotesca. Tres fueron los temas que más llamaron su atención: las fiestas populares –y especialmente el carnaval, que aparece representado una y otra vez en muchas de sus pinturas y dibujos–, los usos y costumbres de España, y los retratos.

‘Dos mujeres’, de Gutiérrez Solana | Crédito: Fundación Botín.

En este sentido, es indudable el altísimo contenido social de la obra del artista madrileño, tanto en el ámbito plástico como en el literario. Sin embargo, y a diferencia de los representantes de la Generación del 98 –con quienes se podría comparar por edad–, Gutiérrez Solana nunca pretendió dar un sentido crítico a su obra: en sus representaciones y descripciones de mendigos, prostitutas y otros personajes marginales no hay juicios ni opiniones.

Se diferencia así de una de sus principales influencias: Goya, quien al contrario que él no dudaba en hacer juicios de valor y críticas muy directas en sus pinturas y grabados. Pese a lo anterior, se percibe en las obras de Gutiérrez Solana una cierta admiración por estos personajes marginales y extremadamente humildes: se detecta en sus retratos de pobres, y también en las escenas de prostitutas, pues a todos ellos los dota de una gran dignidad.

El interés del artista por mezclarse entre las clases más bajas llegaba al punto de que en sus viajes por toda la península siempre viajaba en tercera clase, y se alojaba en las posadas más humildes, padeciendo las mismas estrecheces y necesidades que aquellos quienes retrataba. Lo mismo puede decirse de sus visitas a prostíbulos, como los de la calle del Arrabal en Santander o el de la calle de Ceres en Madrid, en los que en ocasiones vivió algún tiempo, retratando el día a día de las chicas, sus chulos, etc.

Cuando estalló la Guerra Civil, Gutiérrez Solana era ya ampliamente reconocido en España y el extranjero. Había realizado con éxito varias exposiciones, su obra había sido premiada en numerosas ocasiones, e incluso su amigo Ramón Gómez de la Serna le había dedicado un libro a su obra y su figura. La guerra le obligó a trasladarse a Valencia y más tarde a París, aunque tras el fin de la contienda acabaría regresando a su Madrid natal, donde falleció cinco años después, en 1945.

Tomado de: https://es.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/guti%C3%A9rrez-solana-el-pintor-los-marginados-161234533.html

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