por Reynaldo R. Alegría
Cuando apenas faltaban tres días para terminar el año, don Julián sabía que estaba obligado a pasar revista. Acostumbrado desde niño a tener que rendir cuentas en enero al comienzo del curso escolar, se impuso siempre la tarea de recordar.
Ahora que tenía edad y algo de sabiduría escogía el carácter del aviso que daría a su memoria. Hacía un tiempo que Sacha, una amante furtiva y bella que tuvo una noche por solamente unas horas, le había retado el recuerdo pidiéndole que le revelara la manera en que podía sentir la intensidad sexual de una mujer. Con exceso de palabras y poca oportunidad para decantarlas en los 140 caracteres que imponía la modernidad, prefirió hacer una entrada a su diario, un cuaderno de papeles hechos a mano con cubierta en piel, que había comprado en un viaje a New York y que reservaba para contar…
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