Cambiaría las noches de dudas,
el frío de lo perdido,
las hojas caidas por la distancia
que sopla y sopla
que arranca y desgarra.
Cambiaría los espejos del miedo,
las tinieblas del ego,
la amargura de las palabras,
la penumbra del cariño
desvanecido,
ultrajado,
escondido.
Lo cambiaría todo y sin pensarlo.
Lo entregaría con o sin garantías.
Lo cambiaría por cualquier cosa:
una nube, una melodía, un haz de luz siquiera;
por algo que remedie las desdichas.
Porque no se soporta lo que es hermoso y no se aprecia
como un niño a quien le mantienen la cara curtida.