Por Manuel Darío Grüber
De repente el vuelo de un soneto alrededor de mis recuerdos, como un pájaro cantor cuyo trinar inunda los espacios silvestres. Un soneto del bien recordado poeta Carlos Giusti Vargas, el juglar barinés que esparciera su voz en nuestro territorio y allende fronteras, con su manera discreta y su afán creativo en la poesía culta de nuestros llanos.
A Giusti le conocemos un solo libro de poesía: En los surcos del tiempo, una antología de sus poemas recopilada por Guillermo Jiménez Leal y los hijos del autor, publicada algunos años después de su muerte. Lo recordamos como una persona jovial, de trato amable, consecuente con los amigos, estupendo jefe de familia y, naturalmente, soñador. Tuve la grata oportunidad de compartir con él en varias ocasiones. El libro en cuestión estaba en fase preparativa: textos líricos (sonetos, glosas, romances, décimas), para los cuales el poeta, en su proyecto editorial, había fijado el título que lleva esta antología. Recuerdo haber publicado una nota para ese entonces en un diario local, dando a conocer la primicia de estos poemas en ramillete, como los llamé en esa ocasión.
De los muchos y admirables sonetos de Giusti Vargas recordamos con gran fruición La garza, elaborado con esmero en su estructura lírica, donde demuestra no sólo su destreza para la construcción del mismo, sino también su sensibilidad de bardo amante de la Naturaleza y las virtudes humanas. Aquella “silueta grácil, diminuta y pura”, criatura voladora que “copia en el estero su ternura”, seguramente blanca o, tal vez, corocora, que remata el soneto, es la prueba fehaciente del febril lirismo del poeta, cuya vocación artística se vierte a lo largo de su poemario En los surcos del tiempo.
“Qué donaire en estos sonetos tocados del timbre de la rima, de los ojos a los abrojos, de la falacia a la gracia, del dolor al amor, con artificio e ironía como sonatas juguetonas, donde vemos el juego de la garza llanera en soneto perfecto”, califica el poeta Jesús Enrique Guédez a estas piezas literarias de Giusti Vargas en una nota preliminar de la citada obra.
El poeta Guillermo Jiménez Leal, en palabras de presentación del libro, nos hace saber, entre varias apreciaciones sobre el bardo barinés, que “la lírica de Carlos Giusti se centra de dos maneras diferentes: 1) la asunción de temas y sujetos cuya elección supone en efecto un trayecto lírico, y 2) La inyección de lirismo que le confiere a todo cuanto su pluma toca, trátese de personajes, de poblaciones o de cualquier otro asunto social o natural.”
También, aportando palabras de aprecio, el poeta Alberto José Pérez, nos dice: “Carlos Giusti Vargas, es menester decirlo: fue un ser magnífico, nada más y nada menos, y no lo señalo así por haber sido poeta. Fue un hombre de
Otro barinés, Vicente Peña Pulido, refiere que “si alguna dispensa se permitía el poeta era con sus amigos. Ellos están presentes en sus poemas publicados verso a verso por ahí en la prensa regional. Hasta ahora, cuando aparecen En los surcos del tiempo”.
Un amigo y admirador de Giusti, Segundo Rojas Garrido, hermanado en los tópicos de la poesía llanera, comenta que la influencia arveliana se hace presente en el ejercicio poético de Giusti Vargas, siendo uno de los pocos bardos que abordó y abonó con extrema delicadeza la obra de doña Atilia de Arvelo, madre de Alberto Arvelo Torrealba, a quien dedicó un hermoso soneto.
Diremos con Idbelty Lugo Marmignon: “Su verbo es un espada que se enjunca / más allá de la muerte y la memoria”.